Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

****************************************************

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Siva, Señor de los danzantes


Siva-Nataraja

"Entre los nombres más destacados de Siva se encuentra el de Nataraja, señor de los danzantes, o Rey de los actores. En esta advocación el cosmos es Su teatro, Su repertorio es amplio y Él mismo es el repertorio y la audiencia.

Coomaraswamy

"Cuando el actor redobla el tambor, todo el mundo se acerca a ver el espectáculo; y cuando recoge los accesorios del escenario se queda solo en Su felicidad".

(Tiruvasagam XI, 14)

"Nuestros divertimentos han dado fin. Esos actores,
como os había prevenido, eran espíritus todos y
se han disipado en el aire, en el seno del aire impalpable;
y a semejanza del edificio sin base de esta visión,
las altas torres, cuyas crestas tocan las nubes, los suntuosos palacios,
los solemnes templos, hasta el inmenso globo,
sí, y cuanto en él descansa, se disolverá,
y lo mismo que de la diversión insubstancial que acaba de desaparecer,
no quedará rastro de ello. Estamos tejidos de idéntica tela
que los sueños, y nuestra vida
se cierra con un sueño"

William Shakespeare, La tempestad

.
Siva-Nataraja está representado en una hermosa serie de bronces de la india meridional que datan de los siglos X al XII d. C. Los detalles de estas figuras hay que leerlos, de acuerdo con la tradición hindú, como una compleja alegoría pictórica. Como se observará, la mano derecha superior tiene un pequeño tambor en forma de reloj de arena para marcar el ritmo. Esto implica sonido, vehículo de la palabra, transmisor de la revelación, de la tradición, del conjuro, la magia y la verdad divina. Además, el sonido se asocia en la India con el éter, el primero de los cinco elementos. El éter es la manifestación primera y más sutilmente penetrante de la sustancia divina. De él se despliegan, en la evolución del universo, todos los demás elementos: el aire, el fuego, el agua y la tierra. Por tanto, juntos el sonido y el éter significan el momento primero -impregnado de verdad- de la creación, la energía productora del Absoluto en su fuerza original y cosmogenética.En la mano opuesta, la izquierda superior, con los dedos formando media luna, sostiene una llama en la palma. El fuego es el elemento de la destrucción del mundo. Al final del Kali Yuga el fuego aniquilará el cuerpo de la creación y a continuación lo apagará el océano del vacío. Aquí, pues, en la balanza de las manos, se ilustra el contrapeso de la creación y la destrucción en el juego de la danza cósmica. Como la inexorabilidad de los opuestos, lo Transcendental muestra, mediante la máscara de Señor enigmático, la constante producción frente a un insaciable apetito de exterminio, el Sonido frente a la Llama. Y el campo de la terrible interacción es el escenario de la Danza del Universo, brillante y horrendo a causa de la danza del dios.
La segunda mano derecha ejecuta el gesto de "no temais" que concede protección y paz, mientras la izquierda restante la tiene levantada a la altura del pecho, señalando hacia abajo, hacia su pie levantado. Este pie significa Liberación y es el refugio y salvación del devoto. Debe ser adorado para alcanzar la unión con el Absoluto. La mano que apunta hacia este pie está en una postura imitadora de la trompa extendida o "mano" del elefante, que nos recuerda a Ganesa, hijo de Siva, Eliminador de obstáculos.
La divinidad está representada danzando sobre el cuerpo postrado de un demonio enano. Se trata de Apasmara Purusa, "El hombre o Demonio (purusa) llamado Olvido, o Negligencia (apasmara). Simboliza la ceguera de la vida, la ignorancia del hombre. La victoria sobre este demonio se consigue alcanzando la verdadera sabiduría. En ella está la liberación de las ataduras del mundo.

Un círculo de llamas y luz sale del dios y le circunda. Se dice que representa los procesos vitales del universo y sus criaturas, la danza de la naturaleza generada por el dios que danza en su interior. A la vez, se dice que significa la energía de la Sabiduría, la luz transcendental del conocimiento de la verdad, que al danzar emerge de la personificación del Todo.

Siva como Danzarín Cósmico es personificación y manifestación de la energía eterna en sus "cinco actividades": 1- Creación, emanación o despliegue; 2- Conservación, duración; 3- Destrucción, devolución o reabsorción; 4- Ocultación, cubrimiento del Ser Verdadero tras las máscaras y vestiduras de las apariencias, reserva, despliegue de la Maya; y 5- Favor, aceptación del devoto, reconocimiento del esfuerzo piadoso del yogui, concesión de la paz a través de una manifestación reveladora. Los tres primeros y los dos últimos están emparejados como grupos de antagonismos cooperantes; el dios los despliega todos. Y los manifiesta no sólo simultáneamente, sino también en orden sucesivo. Están simbolizados en las posiciones de sus manos y sus pies: las tres manos en lo alto son respectivamente "creación", "conservación" y "destrucción"; el pie que pisa al Olvido es "ocultación", y el pie leventado, "favor"; la "mano de elefante" indica la conexión de los tres con los dos y promete paz al alma que experimenta esa relación. Las cinco actividades se manifiestan simultaneamente con el pulso de cada momento, y en sucesión a través de los cambios del tiempo.

Ahora bien, en la Trinidad Siva de Elefanta los dos perfiles representativos de la polaridad de la fuerza creadora están contrapuestos a una cabeza central, simple callada que simboliza la quietud del Absoluto.

Siva como el "El gran Señor" ; Elefanta, s. VIII d. C.


Y hemos descifrado esta relación simbólica como expresiva de la paradoja de la Eternidad y el Tiempo: el océano tranquilo y el río torrencial no son en realidad distintos; el Yo indestructible y el ser mortal son en esencia lo mismo. Esta maravillosa lección puede leerse también en la figura de Siva-Nataraja, donde el movimiento incesante, triunfal de los miembros oscilantes se hallan en significativo contraste con el equilibrio de la cabeza y la inmovilidad de la máscara de su rostro. Empapada de quietud, la máscara enigmática se alza sobre el remolino de los cuatro brazos flexibles indiferente a las piernas magníficas que marcan el ritmo de las edades del mundo. Reservada, sumida en soberano silencio, la máscara de la esencia eterna del dios permanece ajena al despliegue tremendo de u propia energía, al mundo y su marcha, al flujo y al cambio del tiempo. Esta cabeza, este rostro, esta mascara, permanece en transcendental aislamiento como una espectadora impasible. Su sonrisa, vuelta hacia dentro llena de beatitud de la autoinmersión, rechaza sutilmente con ironía apenas velada los gestos significativos de los pies y las manos. Hay una tensión entre la maravilla de la danza y la serena tranquilidad de este semblante expresivamente inexpresivo, a saber: la tensión de la eternidad y el tiempo, la paradoja -la muda refutación recíproca- del Absoluto y lo fenoménico, del Yo inmortal y la psique perecedera, del Brahman-Atman y la Maya. Porque ni lo uno ni lo otro es la totalidad que podría parecer; aunque, por otro lado, los dos, lo invisible y lo visible, son esencialmente lo mismo. El hombre, con todas las fibras de su personalidad innata, se agarra a la dualidad con inquietud y placer; sin embargo, verdaderamente y definitivamente, no hay dualidad. La ignorancia, la pasión, el egoismo, desintegran la experiencia de la Esencia suprema (cristal limpio y más allá del tiempo y el cambio, libre del sufrimiento y la cautividad) en la ilusión universal de un mundo de existencias individuales. Sin embargo este mundo, pese a toda su fluidez, es... y jamás tendrá fin.
Las estatuas de bronce de la india meridional insisten en la identidad paradójica de la persona, exaltada por las experiencias y las emociones, con el Yo callado y omnisciente. En estas figuras, el contraste del sueño beatífico, del semblante mudo, con la agilidad apasionada de los miembros representa -para los que estén preparados para comprender- el absoluto y su Maya como una simple forma transdual. Nosotros y lo divino somos uno y lo mismo, exactamente igual que la vitalidad de estos miembros balanceantes son uno y lo mismo con la absoluta indiferencia del Danzarín que los hace oscilar.
Asociado al danzarín Siva encontramos hoy multitud de mitos y leyendas. No sabemos hasta dónde podriamos rastrear su existencia si pudiésemos revivir los siglos sepultados. Baste decir que, muy probablemente, son tradiciones inmensamente antiguas.
Para empezar, hay dos tipos principales y antagónicos de danza, que corresponde a las manifestaciones benévola y colérica del Dios. Tandava, la danza feroz y violenta inspirada por una energía explosiva y arrolladora, es un estallido delirante que provoca la devastación. Lasya, en cambio, danza lírica y amable, está llena de dulzura y representa las emociones de la ternura y el amor. Siva es maestro perfectoen las dos.
En su aspecto amable, Siva es Pasupati, "el pastor, el Dueño del Ganado, el Señor de los Animales". Todos loa animales (pasu) pertenecen a su rebaño, los salvajes y los domésticos. Más aún, las almas de los hombres son también "ganado" de este pastor. Así, el tierno símbolo del pastor vigilando a su rebaño que nos es familiar en la figura de Cristo, el dios pastor tal como se representa en el arte cristiano primitivo, es igualmente familiar al devoto de Siva. Como miembro del rebaño del pastor, el adorador efectúa su relación con el aspecto benevolente del dios augusto.
De este modo, el término pasu ha venido a significar "seguidor de Siva, alma". Concretamente, pasu designa a la persona no iniciada, el grado general y más bajo de los devotos de Siva. En sentido espiritual, este no iniciado es mudo como el bruto y debe ser estimulado por el dios. Pasu representa, pues, lo opuesto a vira, "Héroe", el grado más alto de la evolución espiritual.
Ya en el siglo VI a. C., el término vira había dejado de utilizarse para designar al caballero esforzado de la epopeya medieval, al guerrero caballero real y héroe de la batalla y de los combates míticos con demonios y monstruos. Su uso primitivo está representado por los héroes de la guerra feudal del Mahabharata y por Rama, héroe del Ramayana, vencedor de monstruos y demonios. Pero tal como es entendido, por ejemplo, en el nombre de Mahavira, del siglo XVI, designa al héroe asceta, al hombre absolutamente impasible, imperturbable, en medio de las torturas autoinfligidas de austeridad ascética, y en medio de las tentaciones y las seducciones, incluso de las amenazas de muerte, del exterior.
Entre los seguidores de Siva, el grado de vira del iniciado representa el estado del asceta perfeccionado, del vencedor de las fuerzas de la naturaleza, de ese "vencedor" que ha superado su naturaleza gregaria y se iguala en la perfección de su ascetismo incluso al propio Siva. El vira se ha convertido en yogui perfecto, en verdadero superhombre espiritual: es "hombre héroe", ya no meramente animal humano.


***

Excepto los tres párrafos del principio, este texto se encuentra en la la obra de Heinrich Zimmer, "Mitos y símbolos de la India", publicada por editorial Siruela, colección "El árbol del paraiso" 2001

2 comentarios:

Baruk dijo...

No sabia prácticamente nada sobre ello y me ha encantado la exposición.

La definición de dejar de ser meramente "animal humano" es muy acertada, la recojo para mi diccionario partícular.


Tons

**

Jan dijo...

Me alegra que te haya resultado interesante esta exposición. Zimmer fué un gran conocedor de la mitología India, siendo sus ensayos fruto de un profundo conocimiento. Además la imagen y la riqueza del simbolismo de la obra aquí tratada para mi son de las que producen un gran impacto y disfrute estético.

Siempre un placer encontrarte por aquí.