Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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sábado, 30 de abril de 2011

Lilith



Fernand Khnopff, Cabeza de mujer



Fausto.- ¿Quién es esa?


Mefistófeles.- Mírala bien. Es Lilith.


Fausto.- ¿Quien?


Mefistófeles.- La primera mujer de Adán. Guárdate de su hermosa cabellera, la única gala que luce. Cuando con ella atrapa a un joven no le suelta fácilmente.


Goethe, Fausto



Liliht tiene un lugar privilegiado dentro de la demonología hebrea, siendo su origen posiblemente asirio-babilónico. En un Midrás, Lilith aparece como la primera mujer de Adán, con quien tiene serias disputas, por lo que huye del Edén uniéndose al mayor de los demonios y engendrando toda una estirpe de diablos. Éste sería sólo el inicio en la tradición judeocristiana de una extensa literatura religiosa, tanto ortodoxa como apócrifa, donde la mujer es relacionada con el origen del mal, y de la que surgirán personajes femeninos de carácter diabólico. Esta imagen-arquetipo del mal, se asimilará a personajes históricos y míticos, nutriendo la imaginación a lo largo de la historia para crear leyendas, e inspirando en tiempos modernos multitud de novelas, obras de teatro, arte en general y el actual cine . Manifestaciones que tanto en literatura sagrada, como en la histórica y novelística, parecen haber servido para proyectar algunos de los miedos y fantasmas, así como fantasías de carácter sexual alojados en el subconsciente masculino. Sea como sea, lo cierto es que tanto la figura de Lilith, como las de toda su hueste a la que Erika Bornay ha llamado "Las hijas de Lilith", ejerce sobre hombres y mujeres un gran poder de fascinación. Dejo a continuación un fragmento muy interesante sobre la figura de Lilith dentro del contexto histórico-religioso que aparece en la obra El mito de la diosa, de las investigadoras Anne Barin y Jules Cashford.

Lilith, por Jules Baring y Jules Cashford



Si a Eva se le acusó de haber traído la muerte, el pecado y la tristeza al mundo, Lilith ya era demoníaca desde que fue creada. Lilith surgió del intento de comprender la diferencia entre los dos mitos de creación de Géneis, puesto que en la primera historia, en Génesis 1, hombre y mujer son creados igual y conjuntamente, mientras que en la segunda historia, en Génesis 3, la mujer es creada después del hombre y a partir de su cuerpo. Según la sencilla lógica propia de las leyendas, Lilith era la primera esposa, que era peor que la segunda. Sin embargo la figura escogida para desempeñar este papel en la leyenda judía era originariamente sumeria, la resplandeciente reina del cielo, (a la izquierda de la imagen) cuyo nombre "Lil" significaba "aire" o "tormenta". A menudo se trataba de una presencia ambigua, amante de los "lugares salvajes y deshabitados", asociada también con el aspecto oscuro de Inanna y con su hermana, Ereshkigal, reina del inframundo. Aparece por primera vez en un poema sobre Inanna, cuando el héroe Gilgamesh tala el árbol de Inanna:


Gilgamesh golpeó a la serpiente que no podía ser encantada.


El pájaro Anzu voló con sus crías a las montañas;


y Lilith pulverizó su hogar y huyó a los lugares salvajes y deshabitados.


Lil también era la palabra sumerioacadia que designaba la "tormenta de polvo" o "nube de polvo", un término que se aplicaba también a los fantasmas, cuya forma era como una nube de polvo y cuyo alimento era supuestamente el polvo de la tierra. En la lengua semítica lilatu era entonces "la criada de un fantasma", pero pronto se confundió con la palabra layil, "noche", y se convirtió en una palabra terrorífica que designaba a un demonio nocturno. En el mito hebreo, Lilith, por lo tanto, acumuló sin descanso todas las asociaciones de noche y muerte. Es posible que la imagen hebrea de Lilith se base en las imágenes de Inanna-Istar como diosa de las grandes alturas y de las grandes profundidades, pero comprensiblemente rebajada al ser percibida desde el punto de vista de un pueblo deportado a Babilonia.


Relieve de Burney, placa de terracota de Inanna-Istar (2300-2000 a. C.)




Sólo hay una referencia a Lilith, como búho o lechuza, en el Antiguo Testamento. Se halla en medio de una profecía de Isaías. En el día de la venganza de Yahvé, cuando la tierra se vuelva un desierto, "y un sátiro llamará al otro; también allí reposará Lilith y en él encontrará descanso" (Is 34, 14). Inanna e Istar eran llamada "divina señora búho" (Nin-nnina y Killili). Esto puede explicar de dónde proviene Lilith y por qué era representada como una lechuza. Una versión de la creación de Lilith en la mitología hebrea cuenta que Yahvé hizo a Lilith, como a Adán, de la tierra, pero en lugar de usar tierra limpia, "tomó suciedad y sedimentos impuros de la tierra, y de ellos formó una mujer. Como era de esperar, esta criatura resultó ser un espíritu maligno". Lilith se convirtió a posteriori en la primera esposa de Adán, cuya presencia original nunca terminó de eliminarse totalmente de su segundo matrimonio. Lo que "falló" en el primero fue obviamente la independencia de Lilith y su igualdad con Adán, puesto que esto fue lo que se rectificó en Eva. En consecuencia, la leyenda tacha de insubordinación la asunción por parte de Lilith del papel de compañera igual; según cuenta la historia, se negaba a aceptar su "lugar apropiado", que aparentemente era yacer debajo de Adán durante la relación sexual: "¿Por qué tendría que yacer debajo de ti cuando soy tu igual, ya que ambos fuimos creados del barro?, pregunta ella. Adán no sabe contestar a esa pregunta, de manera que, pronunciando el nombre mágico de Dios, ella huye a las lanuras del mar Rojo. Allí da a luz a más de 100 demonios al día. Dios envía tres ángeles en su búsqueda para traerla de vuelta, pero ella no quiere regresar. Los ángeles tratan de convencerla e incluso amenazan con ahogarla, pero ella les advierte de que tiene el poder de matar niños. Al final, cede: "Dondequiera que os vea a vosotros, a vuestros nombres o a vuestras imágenes sobre un amuleto no haré daño al niño". Desde entonces vaga por todo el mundo, buscando a los niños que merecen ser castigados "por los pecados de sus padres... y ella les sonríe y los mata". La muerte se concibe aquí como un castigo por el pecado. Yahvé intenta entonces dar de nuevo a Adán una esposa, pero esta vez asegurándose de que es una creación hecha a partir de Adán, sin entidad propia. Eva, sin embargo, no supone un éxito mayor que Lilith; casi tan pronto como es creada, rompe el único mandamiento existente. Como observa Phillips, "una mujer independiente sólo puede representar una conmoción fundamental en una situación divinamente ordenada". En consecuencia, la imagen de este fallo en el orden divino se convirtió en el centro de todas las fantasías terroríficas que provoca la sensación de indefensión. Lilith podía aparecer en cualquier momento de la noche; ella o algunos de sus demonios podía entonces llevarse un niño, aterrorizando a los padres de los pequeños. Podía también poseer a un hombre durante el sueño. Éste constataría que había caído bajo su poder si encontraba restos de semen al despertar; entonces sabría que Lilith había tenido trato sexual con él. Es dificil evitar concluir que Lilith se convirtió en una imagen de deseo sexual no reconocido, reprimido y proyectado sobre la mujer, que se convierte en la seductora. Por todas partes se han encontrado amuletos contra el "poder" de Lilith. A través de la figura de Lilith, en la cultura hebrea, la división y polarización propias de la Edad del Hierro de la gran madre en sus dos aspectos -de diosa que da la vida y de diosa que trae la muerte- se llevan un poco más lejos. A lo terrorífico del sufrimiento inexplicable que puede manifestarse sin previo aviso se le añade la dimensión nueva de la demonización de la sexualidad. El mito en el Génesis, incluso leído con la más seria de las intenciones doctrinales, establece que es la infracción del mandamiento de Yahvé, y no la sexualidad, la causa de expulsión del Edén a la condición humana; y el conocimiento del bien y del mal, que alcanzaron a través de su desobediencia, tampoco se puede explicar del todo en términos de conocimiento sexual. Sin embargo, tanto la desobediencia como el conocimiento se asociaron muy pronto con la sexualidad porque la primera cosa que Adán y Eva "vieron" cuando "sus ojos se abrieron" fue que estaban desnudos. Antes de esto estaban desnudos y sin vergüenza; pero el texto implica que después se avergonzaron porque supieron que estaban desnudos, no porque hubieran roto la palabra del señor, su Dios. La desnudez vergonzante pronto se convirtió en sexualida pecaminosa, especialmente cuando la serpiente fálica hizo su entrada en la especulación teológica. En ocasiones se identificaban la serpiente y Lilith. Otras veces, la serpiente tiene un rostro como el de Eva. Por esa razón, la sexualidad, o más bien la percepción de la sexualidad como algo "no divino", invade las leyendas sobre Lilith como aspecto oscuro de Eva, y de una manera sutil también mina la figura de la propia Eva. Tanto en la literatura ortodoxa como en la apócrifa, la sombra de Lilith sigue cerniéndose sobre las mujeres hasta un fecha tan tradía como el siglo XV d. C. En esa época, y utilizando las mismas imágenes para Lilith, miles de ellas fueron acusadas de copular con demonios, matar niños y seducir hombres; en definitiva, de ser brujas. El siguiente pasaje es un comentario sobre los esenios del filósofo judío Filón de Alejandría, del siglo I d. C., cuya filosofía sea ha sometido, aparentemente sin protestas en este caso, a sus prejuicios:

Ningún esenio toma una esposa, porque una esposa es una criatura egoísta, excesivamente celosa y una experta en engañar la moralidad de su esposo y en seducirlo con sus continuas imposturas. Pues con las palabras aduladoras que utiliza sus otras formas de actuar como una actriz sobre el escenario, primero engaña la vista y el oído, y luego, cuando estas víctimas han sido embaucadas, por así decirlo, engatusa a la mente soberana.

Filón tuvo una influencia considerable sobre el pensamiento cristiano temprano, y en su relato de la caída, no era sólo la desobediencia de Eva lo que representaba la "caída" del "hombre", su alejamiento del superior principio espiritual masculino; era su mera existencia. A causa de ella se vio atrapado en el inferior principio material femenino. Eva era, por lo tanto, no sólo la instigadora de la caída en el pecado; era la imagen paradigmática de la materialidad concebida como un estado de esclavitud. Lilith, llamada en el Zohar "la ruina del mundo", se concibe como una imagen de materialidad definida en términos totalmente sexuales.
En ocasiones parece como si , para las mentes de sus comentadores, Lilith y Eva se hubieran convertido en una sola figura. Textos de literatura judía de fuentes apócrifas, no incluidos en el canon ortodoxo del antiguo Testamento, contienen pasajes como el siguiente:

Las mujeres son el mal, hijos míos: como no tienen el poder ni la fuerza para enfrentarse al hombre, usan tretas e intentan engañarlo con sus encantos; la mujer no puede dominar por la fuerza al hombre, pero lo domina mediante la astucia. Pues ciertamente el ángel de Dios me habló sobre ellas y me enseñó que las mujeres se entregan más fácilmente al espíritu de fornicación que el hombre, y que traman conspiraciones en su corazón contra los hombres: con su forma de adornarse primero les hacen perder la cabeza, y con su mirada inoculan el veneno, y luego durante el propio acto los hacen cautivos; pues una mujer no puede vencer al hombre por la fuerza: Así que evitad la fornicación, hijos míos, y ordenad a vuestras esposas e hijas que no se adornen sus cabezas y sus rostros, pues toda mujer que usa tretas de este tipo le ha sido reservado el castigo eterno. (El Testamento de Reuben)

Bastan estos ejemplos para mostrar cómo un mito, si se concibe y entiende de forma literal, puede crear un prejuicio (o santificar uno ya existente) y convertirse en una doctrina que se declara a sí misma una verdad divinamente revelada. Al escritor del Sirácida, cuya devoción por la sabiduría abstracta y femenina de Sofía era, a su vez, extrema, se le debe atribuir su parte de responsabilidad en este proceso:

¡Cualquier herida, menos la del corazón! ¡Cualquier maldad, menos la de la mujer! Prefiero vivir con un león o dragón que convivir con una mujer malvada. Toda malicia es poca junto a la de la mujer, ¡que la suerte del pecador caiga sobre ella! Por la mujer empezó el pecado, y por su culpa todos morimos (Ecl 25, 13, 16, 19, 24)


La idea de que Eva fue responsable de la expulsión del jardín, conservada y reforzada en el texto y en la leyenda hebrea, se convirtió en la justificación para someter a las mujeres judías a sus padres y maridos de manera que se les desposeyese de toda independencia religiosa, política, social y sexual normal, independencia de la que sí disfrutaban las mujeres de otras culturas cercanas. Como explica Ginzberg: "Y como la mujer extinguió la luz del alma del hombre, se le ordena encender la luz del Sabat". Sin embargo, es esencial recordar que Jesús no aprobó ni el mito ni sus implicaciones, ni las costumbres patriarcales referentes a las mujeres, al contrario. Fueron transmitidas del antiguo Testamento a través de los escritos de Pablo, y así hicieron su entrada en la doctrina formal cristiana.

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Para finalizar, dejo una galería de imágenes acompañadas de un fragmento de la obra de Gustave Flaubert, Salambó, y un poema representativo de Charles Baudelaire perteneciente a Las flores del mal. Son tan sólo unos ejemplos de la infinidad de obras plásticas y literarias que se crearon a finales del s. XIX en las que se manifiesta un paralelismo con algunos de los rasgos por los que era designada Lilith, tales como demonio, insubordinada, libertina, perversa, hechicera, falsa e incluso vampírica, que la prefigurarían como la mujer fatal por excelencia, a lo que se añadiría el nefasto influjo provocado por su perturbadora belleza.




Franz von Lembach, Voluptas 1893



Charles Baudeliere, Himno a la belleza


¿Bajas del hondo cielo o emerges del abismo,

Belleza? Tu mirada infernal y divina

Confusamente vierte crimen y beneficio,

Por lo que se podría al vino compararte.


Albergas en tus ojos el poniente y a la aurora,

Cual tarde huracanada exhalas tu perfume;

Son un filtro tus besos y un ánfora tu boca

Que hacen cobarde al héroe y al niño valeroso.


¿Dela negro abismo emerges o bajas de los astros?

Como un perro, el Destino sigue ciego tu falda,

Al azar vas sembrando el luto y la alegría

Y todo lo gobiernas sin responder de nada.


Caminas sobre muertos, Belleza, y de ellos ríes;

El horror, de tus joyas no es la menos hermosa

Y el Crimen, entre todas tus costosas preseas

Danza amorosamente sobre el vientre triunfal.


La aturdida falena vuela hasta ti, candela,

Crepita, estalla y grita: ¡Bendigamos la llama!

El amante, jadeando sobre su bella amada

Semeja un moribundo que su tumba acaricia


Que tú llegues del cielo o del infierno, ¿qué importa?

Belleza, inmenso monstruo, pavoroso e ingenuo,

Si tu mirar, tu risa, tu pie, me abren las puertas

De un infinito que amo y nunca conocí.


Satánica o divina, ¿qué omporta? Angel, Sirena,

¿Qué importa? Sí tú vuelves -hada de ojos de raso,

Resplandor, ritmo, aroma, ¡oh mi señora única!

Menos odioso el mundo, más ligero el instante.




Gustave Flaubert, Salambó (fragmento)

"El pesado tapiz tembló y por encima de la cuerda que lo sostenía apareció la cabeza de la pitón. Bajó lentamente, como una gota de agua cayendo a lo largo de un muro, resbalando por entre las telas esparcidas y luego, con la cola pegada contra el suelo, se irguió muy recta. Y sus ojos, brillantes como carbunclos, asaetaron a Salambó.
El horror al frío o un pudor, quizás, la hizo vacilar al principio, pero recordó las órdenes de Schahabarim (el sacerdote) y se adelantó. La pitón se dobló y, poniéndole sobre la nuca la mitad de su cuerpo, se dejaba asir la cabeza y la cola, como un collar roto cuyos dos extremos se arrastraban por el suelo. Salmbó se la enrolló alrededor de las caderas, bajo sus brazos y entre sus rodillas. Luego, cogiéndola por la mandíbula, acercó aquela pequeña cabeza triangular hasta el borde de sus dientes, y entornando los ojos se arqueó hacia atrás, bajo los rayos de la luna. La blanca luz parecía envolverla en una neblina de plata, la forma de sus húmedos pasos brillaba sobre las losas, y las estrellas palpitaban en las profundidades del agua. La serpiente apretaba contra ella sus negros anillos atigrados con placas de oro. Salambó jadeaba bajo aquel peso demasiado acusado, los riñones se le doblaban, se sentía morir. Y con la punta de la cola, la serpiente le golpeaba el muslo muy suavemente. Luego, al cesar la música, cayó."



Franz von Stuck, Judith





Franz von Stuck, El pecado 1893




Thomas Millie Down, La mujer alga 1895



J. W. Waterhouse, Circe envenenando el mar 1892



Lucien Levy-Dhumer, Salomé 1896



Franz von Stuck, El beso de la esfinge 1895



Edvard Munch, La harpía 1900




Edvard Munch, El vampiro



Lecturas:


Anna Barin Jules Cashford, El mito de la diosa


Erika Bornay, Las hijas de Lilith


Robert Gaves, Los mitos hebreos



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2 comentarios:

M.A.O dijo...

Me ha gustado mucho esta entrada, las fotografías son excelentes! Además he disfrutado del "Himno a la Belleza", de Charles Baudeliere. Hay un verso que me fascina por la imagen sutil que deja: "¿Qué importa? Si tú
vuelves -hada de ojos de raso-"....Trato de imaginar esos ojos....Merci beaucoup Jan! Abrazo!

Jan dijo...

Hola Mabel,

me alegra que en tu navegación por los meandros de este blog puedas encontrar lecturas con las que disfrutar. Está en sus intenciones producir "deleite", recordando una expresión que aparece en la última entrada.

Imagino los ojos del poema de Baudeliere como un abismo al que te asomas sintiendo fascinación y vértigo.

Gracias a ti por la generosidad,

un abrazo !