Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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lunes, 19 de agosto de 2013

La naturaleza animada

Imagen tomada desde un avión sobrevolando la cordillera de los Andes. Se puede observar como las formaciones montañosas recuerdan la silueta de un tigre (arriba)  y  la de un dragón (abajo)  representados en tradicionales diseños orientales. http://www.flickr.com/photos/maisnam-deven/


Transcribo en esta entrada otro texto de Jurgis Baltrušaitis. En esta ocasión trata sobre la influencia en el arte y teorías del pensamiento -tanto en Oriente como en Occidente-, de una determinada forma de observar el mundo que nos rodea, de la capacidad imaginativa que permite descubrir formas animadas ocultas en la naturaleza.

La naturaleza animada
Por 
Jurgis Baltrušaitis

Montañas y rocas zoomorfas. La geomancia china: Feng-Shui, el dragón azul y el tigre blanco, habitantes de la corteza terrestre. Paisajes antropomorfos y zoomorfos en los tratados de pintura china. El huésped y los convidados. Las rocas zoomorfas de Occidente. Las manchas de los muros interpretadas por Leonardo da Vinci y Sung Ti.

 Brueghel, La tentación de San Antonio. Grabado.


Una vida multiforme, humana y animal, se apodera progresivamente de todo el universo. Se la ha descubierto hasta en las montañas y las rocas. Para Tolnay, algunas colinas de Brueguel son como monstruos somnolientos: "Los árboles y arbustos despuntan sobre su espalda como el vellón, tupido si el cuerpo se pliega, ralo si se arquea." Unos son gruesos, otros enjutos. Cada uno tiene su fisonomía y vida propias. La teoría de la naturaleza zoomórfica, formulada por Nicolás de Cusa y Marsilio Ficino, adquiere con el artista una formación plástica. Los humanistas del siglo XV han recibido sus elementos del Egipto antiguo a través de Grecia, pero la idea tiene también un origen extremo oriental.
Sterling ha establecido una compleja red de analogías entre el paisaje fantástico occidental y el chino: las mismas visiones del agua y las montañas, la misma fluidez, idénticas rarezas, parecidas rocas escarpadas y geíseres de piedra y, muchas veces, detalles semejantes. El paisaje animal completa estos parecidos. Por otra parte, solamente en China encontramos una teorización explícita tan desarrollada sobre el tema.
El sistema topográfico de Feng-Shui -el viento y el agua- "incomprensible como el viento, inasible como el agua", se basa enteramente en este principio. Forma parte de los dogmas astrológicos, pero es la tierra la que transmite las influencias terrestres. Por eso, el dibujo de sus asperidades tiene el mismo valor que las constelaciones y se lee como ellas.
Fuerzas secretas animan la corteza terrestre. Se componen de dos corrientes: la corriente macho y la corriente hembra, positivo y negativo, dragón azul y tigre blanco. La naturaleza respira y vive con esas bestias cuyo perfil se advierte en el contorno del suelo. El tronco y los miembros del dragón se dibujan en las montañas y colinas. Allí encontramos sus venas y arterias. Pero el dragón jamás está sólo. Junto a él siempre se desliza el tigre. Los cuerpos de los monstruos no están inertes. Por el contrario, se mueven y liberan una energía espiritual parecida a una exhalación. Es como un hálito de la tierra que vivifica sus fuerzas secretas. Hay un hálito pernicioso y otro benéfico que se intensifica hacia la mitad del cuerpo del animal y se debilita en las extremidades. Cada lugar está dominado por esta respiración animal. Para medir su potencia, es preciso localizar la posición exacta del verdadero dragón y del verdadero tigre. Otros elementos tienen su importancia: así, determinadas cumbres corresponden a planetas (el pico agudo a Marte, el pico cimero, pero redondeado a Venus) cuya irradiación reflejan. Una montaña en forma de campana, cuya cumbre presenta los rasgos de Venus, difunde una luz mortal sobre la Osa Mayor. Las colinas que presentan el aspecto de un ojo de caballo, una tortuga o una cesta, son muy maléficas. Todo cuenta en la topografía de un lugar, cada accidente del suelo ejerce una influencia sobre el destino de los hombres que habitan en él.
El origen de esta geomancia, cuya elaboración tene mucho que ver con el culto a los muertos que dictan su voluntad desde las tumbas, se remonta a una época antigua. Se practicaba ya en los tiempos de los Han, pero es bajo el reinado Song cuando adquiere su carácter definitivo y metódico tal y como nos ha llegado a nuestros días. El Feng-Shui todavía fue utilizado para  buscar un área de hálito pernicioso para las concesiones europeas.
Un conjunto de procedimientos para detectar los organismos vivos en el interior de bloques innanimados se encuentra, pues, incluido en la doctrina del mundo. Se trata de un
pensamiento metafísico que implica, sin embargo, un estilo y una concepción del artista y nos da la clave de estos paisajes alucinantes de la pintura china en los que las montañas y rocas se alzan en un combate de bestias y gigantes o se adormecen -como criaturas prehistóricas- con sus crestas humeantes. En los acantilados que se yerguen en un paisaje pintado probablemente en la época T'ang, podemos reconocer perfiles de fieras y hombres. En otro paisaje atribuido a Li-chan (comienzos del siglo XIII), las escarpadas rocas suben en haces y plataformas en las que vemos dibujarse por todos los lados cabezas humana y animales suspendidas sobre una inmensa extensión. Aparecen como movimientos de bruma y condensaciones de manchas, pero una mirada más atenta queda fascinada por la visión de seres en el caos pétreo. Fauces de animales emergen de los arrecifes al borde del río que parece engullir a los monstruos. Los tratados de pintura recuerdan a menudo estas interpretaciones. Jao Tzujan, teórico de la época Song, se expresa como un geomántico: "Las montañas deberán tener pulsaciones, de suerte que sean como cuerpos vivos y no como cosas muertas". A cada momento, las expresiones técnicas mencionan esta doble acepción. Chan Yen-yuan (siglo X) compara los picos de las pinturas Wei con los dedos separados de la mano al final de un brazo tendido. Entre los diversos rasgos inventados en la época T'ang para definir la estructura de las montañas, figura el rasgo encrespado como la cara del demonio o como el esqueleto del hombre, el rasgo encrespado como diente del caballo y el rasgo encrespado como pelo de buey. 

Paisaje, dinastía T'ang

Han-Cho declara que, en un círculo de montañas, siempre debe haber un "huesped", pico más elevado que sus "invitados". Aunque en un momento dado, los términos imaginados terminen por convertirse en una pura nomenclatura, guardan, sin embargo, el recuerdo de una interpretación filosófica. (...)

En Europa, Brunetto Latini y Leonardo da Vinci descubren también organismos vivientes en el interior de las masas inertes del mundo, pero los comparan sobre todo con el hombre: el microcosmos con los huesos para el soporte de la carne que corresponden a las rocas-soporte del suelo; el lago de sangre que se ramifica en una infinidad de venas con el océano que se ramifica en una pluralidad de ríos y con una respiración terrestre que se revela en las mareas. Nicolás de Cusa (1400-1464) compara la Tierra con el animal cuyo pelo constituye los bosques. Pero se trata aquí -como en la topografía oriental- más bien de razonamientos y comparaciones que de visiones directas.
En Occidente, el sistema Feng-Shui no se refleja en estos escritos filosóficos, sino en la imagen del lapislázuli de un Herbario gótico del siglo XIV en el que la piedra acompaña al tigre y al dragón, las dos bestias chinas que siempre aparecen juntas. El felino emerge de la masa misma de una roca en la que se perfila con claridad la cabeza moteada y sus patas con garras. Enfrente, el hombre, sorprendido por esta aparición, blande un pico no se sabe muy bien si para esculpir o para defenderse. Como quiera que sea, el animal se muestra lleno de vida: el rayo de un cuerpo celeste -poniendo de relieve su relación con los astros- le ilumina. El tigre tiene todo el esplendor del mineral que representa: un admirable azúl celeste. Al dragón, que también está presente, se le coloca sin más sobre la cumbre.


Athanasius Kircher, China illustrata, 1667


La ilustración debe confrontarse con un dibujo del siglo XVII relativo a la misma geomancia. "Una montaña en la provincia de Kiamsi dividida en dos cumbres, la más alta de las cuales representa un Dragón, la más baja un Tigre que parecen combatirse" reproducidas por Athanasius Kircher (imagen superior), muestra a los dos animales sobre la superficie de la roca en la cual están teóricamente insertos. Los elementos comunes a las dos figuras derivan sin duda de un modelo análogo. Pero, entretanto, el dragón se verá inserto por su parte en las configuraciones del suelo. Detrás del San Cristobal de Winterthur y Dijon, las colinas cobran vida: tienen ojos, mandíbulas abiertas que parecen amenazar al santo.
Pieter Brueghel, Superbia (detalle)
 En el orgullo de Brueguel (1557), una montaña posee también fauces y, sobre su dorso, despunta no solamente un árbol, sino también una cresta dentellada. El Bosco sintió fuertemente las formas animales del mundo. Toda la tierra está en movimiento; poblada de monstruos, ella también es un monstruo gigantesco. Toda la superficie se ve sacudida por una especie de contracciones: las jorobas evocan el juego de los músculos, los hoyos, las cicatrices. En el Jardín de las delicias, los volcanes que escupen fuego abren las mandíbulas de Leviathán. En un croquis de Berlín, encontramos un campo lleno de ocelos, como los flancos de las bestias del Apocalipsis o las rocas timúridas, y dos orejas humanas se yerguen en le bosque. El dibujo ilustra un proverbio flamenco: "El bosque tiene orejas y el prado ojos", retomando la misma idea de un paisaje demoniaco.
Hieronymus Bosch, El infierno
 Estas comarcas exalan un hálito pernicioso. Mientras que la pintura del Extremo Oriente procede generalmente por sugestión, el Occidente evoca a menudo esta vida animal con cierta brutalidad. El sistema se modula diferentemente: en China se trata de peñascos vaporosos, en Persia se endurecen en la caligrafía y se recubren de esmalte, en Flandes son de una realidad casi física. (...)
En Kuang T'ung, un pintor de comienzos del siglo X muy apreciado en la época Yuan, el hombre-roca se eleva orgullosamente en el caos de las escarpaduras velludas. Las domina con el perfil de su cabeza claramente  recortado, la boca contraída, la mirada triste. Es el "huesped" que recibe a los invitados rupestres. Por su estatura y el lugar que ocupa en el paisaje, está muy cercano al acantilado del Bosco. 












 Izquierda: paisaje pintura tradicional china, derecha: detalle de El Paraiso Terrenal de El Bosco en su tríptico El carro de heno

El Extremo Oriente y el Occidente son terreno propicio para estas mismas metamorfosis. Entrevisto entre las irregularidades y los accidentes de los minerales, los seres orgánicos toman vida  siguiendo procedimientos parecidos. En algunos casos, las concordancias pueden explicarse por una analogía de interpretación: las mismas formas inspiran idénticas imágenes: ¿No ocultan las rocas estas semejanzas por todas partes? Para hacer brotar sus rasgos bastaría con seguir el método que, en un famoso pasaje, Leonardo da Vinci aconseja para observar las manchas que se forman sobre la superficie de las paredes así como sobre las piedras naturales:

Si las consideras con atención, descubrirás en ellas invenciones muy dignas de admiración de las que el genio del pintor puede sacar partido para componer batallas de animales y hombres, paisajes o monstruos, diablos y otras cosas fantásticas que te honrarán. En estas cosas confusas, el genio se abre a nuevas invenciones, pero, primero, es preciso saber bien todos los miembros y los aspectos del paisaje, peñas o vegetación.

La técnica e incluso los temas de estas composiciones, el juego de las imágenes detrás de la pantalla inorgánica, se resumen aquí en algunas palabras que son también la descripción formal del procedimiento utilizado en Occidente desde el siglo XIV. Petrucci ha comparado este texto de Leonardo con la receta pictórica dada en el siglo XI por Sung Ti:

Escoged un viejo muro en ruinas. extended sobre él un trozo de seda blanca. Entonces, miradle, mañana y tarde, hasta que, al final, podáis ver la ruina a través de la seda, sus protuberancias, sus niveles, sus zigzas, sus hendiduras, fijándolos en vuestra memoria y en vuestros ojos. Haced de las prominencias vuestras montañas; de las partes más bajas, vuestras aguas; de los huecos, vuestros barrancos; de las hendiduras, vuestros torrentes; de las partes más iluminadas, vuestros puntos más próximos; de las partes más sombrías, vuestros puntos más alejados: Fijad todo esto profundamente en vosotros y, pronto, vereis hombres, pájaros, plantas y árboles y figuras volando o moviéndose entre ellos. Entonces podréis ver vuestro pincel siguiendo vuestra fantasía. Y el resultado será una cosa del cielo, que no del hombre.

Se nos hace dificil creer en un encuentro de genios. Ambos textos son análogos no solamente en la idea, sino también en la exposición. Solamente la seda tendida delante de las piedras no figuran en Leonardo, pero quizá el hombre occidental es incapaz de ver las sombras y los rasgos recubiertos por un tejido cuando, incluso un hijo del Celeste Imperio, sólo los puede ver después de una larga contemplación. ¿No dijo Hethoum que los "habitantes de Catay son los que ven con los dos ojos", mientras que los latinos son tuertos?

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 Animado por esta lectura veraniega, cogí mi cámara fotográfica y me dirigí a la playa cántabra de Santillán, una de mis preferidas cercana al lugar donde suelo pasar unas días en agosto y del que recientemente he regresado. Me pareció el lugar ideal por las rocas de formas fantásticas que allí se encuentran, y a poco que me puse a buscar comencé a descubrir por todas partes motivos con los que poder acompañar y finalizar esta entrada. Aquí os dejo una selección de los seres "monstruosos" a los que conseguí dar "caza".
























Playa de Santillán, Agosto de 2013





Lecturas:

Jurgis Baltrušaitis, La Edad Media fantástica. Cátedra 1994


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2 comentarios:

Fedora dijo...

He visto varios perfiles humanos, un león, un oso furioso y una calavera en esas rocas...¿vemos lo que hay o existe lo que vemos?

Jan dijo...

Creo Fedora, que no vemos todo lo que hay, y en cuanto si existe lo que vemos, uf..., no me veo capaz de resolver ese dilema ;-) Me quedo en que todo es un misterio, y que la mirada imaginativa nos descubre un mundo mágico.

Bienvenida a este espacio, un placer encontrate por aquí.