Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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miércoles, 26 de agosto de 2015

De monstruos y alienígenas


Cartel del film Invasion  of the Saucer Men (1957)


Un apasionante estudio sobre los alienígenas y la cultura del terror tan divulgada por el cine y los medios de comunicación de masas, es el que propone John F. Moffitt en su obra Alienígenes. Iconografía de los extraterrestres. Un ensayo dentro de la corriente actual de los estudios de cultura visual, pero deudora de los métodos y finalidad de la tradición iconológica de la historia del arte. Sus páginas nos dicen mucho del clima histérico y paranoico en el que se desenvuelven las sociedades contemporáneas. Dejo a continuación unos fragmentos de un capítulo especialmente interesante donde se muestra la influencia del cine de Holywood como fomentadora de tal estado.


Los ovnis, los extraterrestres,
el terror y Holywood
(fragmentos)
por
John F. Moffitt



(...) Antes de que existiera  el cine, uno de los diablos más famosos se llamaba "Leviatán"; realmente metía miedo. Según la descripción de un testigo que lo vio, "sus estornudos lanzan destellos de luz; sus ojos son como los párpados del alba. De sus boca ardiendo escapan chispas de fuego. De su nariz sale humo, como de una olla hirviendo. Su aliento enciende carbones y su boca escupe llamaradas" (Jb 41, 18-21). Otra de esas criaturas desgradables se llamaba "Behemoth". Y nuestro antiguo abducido, un tipo llamado Job, también lo describió con el correspondiente nivel de asombro y de terror: "He aquí que su fuerza está en sus lomos y su vigor en los músculos de su vientre. Pone su cola tensa como un cedro y los nervios de sus muslos se entretejen. Sus huesos son como tubos de bronce y sus osamentas, como barras de hierro. Es una obra maestra de Dios. Sólo su Hacedor le puede hacercar su espada" (Jb 40, 16-19). En la Edad Media, todas estas bestias se convirtieron en "Satanás", el presidente ejecutivo de los demonios. Sus otros nombres diabólicos eran "Azazel" ("tierra baldía"), "Belcebú" ("señor de las moscas"), "Belial" ("despreciable"), "Mastema" ("enemistad") y "Satanel" ("adversario" o "contrincante").


 Satán, Codex Gigas s. XIII

En este caso, la contribución de Hollywood a la creación internacional de una "cultura del terror" resulta de incuestionable interés para nuestro tema de discusión. Afortunadamente, este asunto ha sido extensamente tratado (y con notable inteligencia) por David Skal. Skal ha señalado que el "miedo siempre ha tenido cierta afinidad con los movimientos de arte moderno" y, según parece, "en sus orígenes ambos fueron  inspirados por un pavor cultural similar". Poco después de que Hugo Gernsback acuñase en 1929 el término de "ciencia ficción", Skal afirma que "el invento más duradero e influyente de 1931 fue la película de terror"; de hecho, en ese año se estrena Drácula. Aquel macabro antihéroe era, cómo no, un vampiro, un venenoso intruso nocturno que jugueteaba con seres humanos aterrorizados y chupaba sus fluidos vitales, igual que los extraterrestres vampirescos que, mucho más tarde, popularizaron los cronistas de las "abducciones alienígenas" que ya hemos comentado.

Bega Lugosi en Drácula (1931)

1931, cuando se estrenó Drácula, fue el año en que la quiebra del banco nacional austriaco activó la crisi económica de Europa. Comenzó un período en el que, como dice Skal, "millones de personas sintieron que la vida -y la muerte- moderna no era nada más que una aniquiladora cadena de montaje anónima" y, como resultado, "la penuria compartida por las masas durante la gran depresión empujó al cine como forma dominante de expresión cultural". 1931 también fue el annus mirabilis (horribilis) en el que se estrenó Frankenstein, una descomunal criatura semihumana creada por la tecnología perversa.

Boris Karloff en Frankenstein (1931)

Justo dos años después del debut cinematográfico de Drácula y Frankenstein -dos alienígenas "clasicos" avant la lettre-, el mundo fue testigo de la proclamacion oficial del "monstruo del siglo": Adolf Hitler. Elegido canciller de Alemania en enero de 1933, parece apropiado señalar que una de sus películas favoritas fuese King Kong (1933).

 Fotograma de King Kong (1933)

A partir de entonces aparecerían muchísimos más monstruos del cine. Pero lo relevante es que una convención cinematográfica, lo que Skal llama "terror y entretenimiento", pasó a ocupar un lugar preeminente en la conciencia popular moderna.
El siguiente paso cinematográfico se dio en los años cincuenta, después de que la Segunda Guerra Mundial "introdujese dos nuevas formas radicales de muerte mecanizada: la bomba atómica y el campo de concentración". Obsesionados con esta "necrotecnología", a los estadounidenses los consumió eso que Skal llama "pavor a la invasión y a la aniquilación", vivamente expresado en un brote repentino de "histeria por los ovnis". Tal y como el cine documenta, en la década de los cincuenta "los monstruos adoptaron dos formas básicas: la de gigantescos y torpes mutantes nacidos de pruebas atómicas y la de invasores alienígenas, por momentos descerebrados, pero por lo general con la intención de realizar algún tipo de lavado de cerebro o de control ideológico". 

 Un monstruo generado por la energía nuclear ataca 
Tokio en Godzilla, King of de Monsters (1954)

De este modo  funcionan también los extraterrestres del fin de milenio popularizados por charlatanes posmodernos del terror y cuyas publicaciones citaré más adelante. Además de Godzilla (1954), un monstruo creado por el hombre que renació en 1998 para obsequiar a sus productores con ¡cuatrocientos setenta millones de dólares!, Skal menciona docenas de creaciones hollywoodienses entre las que se encuentran varias en las que "la alteridad idiológica pasa a ser extraterrestre". (...)
Fue entonces cuando por primera vez nos entretuvimos (al igual que lo hicieron el joven Budd Hopkins, David Jacobs, John Mack y tantos otros, que más tarde serían los cronistas infames de la "abucción alienígena") gracia a las "constantes imágenes de ojos gigantes y, sobre todo, cerebros gigantes", y también a las "cabezas con formas de bombillas pantagruélicas y ojos saltones del tamaño de pelotas de beisbol" que completaban la "deformidad y atrofia del cuerpo". 

 El cerebro del planeta Arous (1957)
 
El motivo hidrocefálico apareció por entonces en joyas cinematográficas como El cerebro de Donovan, 1953, La bestia de un millón de ojos, 1955, El cerebro del planeta Arous, 1957 (ver imagen superior). Los cíclopes, 1957, El ojo que se arrastra, etc. La deformidad particular de la macrocefalia pronto se convertiría en un rasgo característico de la anatomía alienígena. Entre esas escabrosas películas, Invasion of the Saucer Men (La invasión de los hombres del platillo, 1957) resulta de gran interés iconográfico por que tanto el propio film como sus conocidos carteles publicitarios nos muestra (ver imagen de cabecera), además de los "platillos volantes" que arrojan llamas, al alienígena del espacio exterior cabezón y con ojos saltones que más tarde se convertiría en el sello iconográfico posmoderno. (...)

Publicación de la época

Entre las numerosos guiones sobre abducciones alienígenas publicadas en la década de los ochenta, apareció un motivo nuevo que se puso de moda: la preocupación acerca de la apropiación alienígena de óvulos y espermatozoides humanos. Los motivos literarios de una reproducción disfuncional todavía son populares a comienzos del tercer milenio. Skal también observa este tema eugenésico dentro del contexto cultural. En 1960 se legalizó por primera vez la píldora para el control de la natalidad; a partir de entonces, "las mujeres podían 'controlar' su vida sexual o, por lo menos, distinguir entre sexo y reproducción". Un fenómeno coetáneo fue el de la "talidomina" un tranqulizante suave que, inesperadamente, produjo una ola de bebés amorfos y amenizó los años sesenta con "el espectáculo del bebe monstruoso". Hollywood tomó nota. En 1968 lanzaron a la cara del público La semilla del diablo (Rosemary's Baby). Como el asunto del monstruoso engendro salió rentable, evidentemente se volvió a recurrir a él en It's Alive (Estoy vivo, 1974), pero esta vez de una forma más explícita.

Estoy vivo, 1974

El mal nacido engendro representaba el horror de la talidomina, aunque en esta película en concreto la causa del feto con forma extraterrestre era una conspiración de los adoradores del demonio. (...)
Y ¿cuál es el resultado último de las interminables películas de terror de Hollywood? Dicho en pocas palabras, se trata de eso  a lo que actualmente se han suscrito millones de estadounidenses y que yo llamo el "sindrome de la paranoia del espacio exterior" (SPEE). ¿Y cómo lo sabemos? Por un hecho apremiante, un artilugio humano puesto en marcha en 1993: la conocida serie de televisión Expediente X, que además se ve en otros sesenta países de todo el mundo. Su mitología fundamental consiste (por supuesto) en la colonización encubierta de la Tierra por parte de los extraterrestres.
 La idea subyacente es un proyecto extraterrestre para repoblar el mundo con alienígenas "clonados" a partir de los humanos (ya sabes, como tus compañeros de trabajo); eso es lo que explica todos esos lotes robados de espermatozoides y ovarios humanos. Los extraterrestres planean disponer de los terrícolas nativos introduciendo un virus como el sida que aporta el "aceite negro"; sólo los clones aliénigenas son inmunes. El trasfondo que invade todo Expediente X es una maquiavélica "trampa" del gobierno organizada por extraterrestres, una especie de "solución final" (Endlösung) ideada muy, pero que muy lejos. (...)

 Expediente X

Además de ser un componente inextricable de la evolucionada experiencia ovni, el género de la conspiración alienígena que a menudo  se representa en Expediente X tiene su propio contexto histórico, artístico (y cinematográfico). Es un floreciente vástago tardío de la moda de las películas de ciencia ficción post-Hiroshima. Entonces, como ahora, el género de ciencia ficción se basaba en las experiencia terrestre; ¿qué otra cosa podían reflejar (o explotar) las películas hechas por los seres humanos que no fueran preocupaciones y temores humanos? Hace medio siglo el formato determinó que toda clase de espantosos adversarios (los cometas solitarios, los rayos que controlan la mente, las convulsiones galácticas y, sobre todo, las "invasiones" alienígenas) venían contra nosotros. Entonces, como ahora, el clima dominante eran el pesimismo y la paranoia. Los antepasados ideológicos del eficazmente diseñado Expediente X eran bastante más torpes en su representación; entre otras, había películas hoy ya olvidadas como Them! (1954).

Cartel publicitario de Them! (Ellos), 1954

En aquella época, en la era preextraterrestre, ¡ellos! eran unas gigantescas hormigas mutantes que, justo después de aparecer repentinamente en el desierto de Mojave, se dedicaban (quizá ironicamente) a pisotear a los seres humanos como sifueran cucarachas. Entonces, como ahora, la mayoría de las películas de ciencia ficción tendían a mostrar a nuestros putativos vecinos extraterrestres como el equivalente moral de unos exploradores cargados de testosterona, y al universo entero como un vecindario realmente peligroso (incluso más peligroso que el barrio en el que vives).
En 1956, el mismo año en que los soviéticos acabaron brutalmente con e movimiento independentista húngaro, aquí nos entretuvieron con La invasión de los ultracuerpos, una película deliciosamente paranoica en la que unos alienígenas salían de unas vainas viscosas y se metamorfoseaban en tu vecino, en tu novia o incluso en ti mismo.

Fotograma de La invasion de los ultracuerpos (1956)

En 1954 (cuando la fortaleza francesa de Dien Bien Phu cayó en manos de los comunistas vietnamitas) se estrenó Godzilla, King of the Monsters (Godzilla, rey de los monstruos). Se trataba de una criatura prehistórica que había pasado mucho tiempo dormida, un lagarto verde y gigante con aliento radioactivo que habitaba los mares. El monstruo fue arrojado sobre la humanidad (japonesa), desprotegida por los altivos chicos (estadounidenses) que una década antes habían traído al mundo el terror nuclear; el reptil, rabioso, arrasaba la ciudad de Tokio. Godzilla, por supuesto, volvió a aparecer en 1998 como película del verano; esta vez se dirigió a atacar salvajemente Nueva York (de forma precedente a lo que haría Al-Qaeda en 2001).

Fotograma de Godzilla (1998)

En concreto, el caos que sembraba la película de 1998 inspiro a un islamista que planeaba destruir el puente de Brooklyn (como el FBI reveló recientemente). Y en la actualidad Al-Qaeda ha demostrado la función determinante de Hollywood como modelo simbólico de la violencia en el mundo real. (...)

Ataque a las torres gemelas de Nueva York (2001)
La realidad imitando a la ficción.

En el capítulo final de este ensayo escrito a modo de conclusión, nuestro autor se refiere nuevamente al nefasto atentado del 2001 pareciendo enlazar con el párrafo anterior.

(...) En la actualidad, E.T. significa Earthling Terrorist (terrorista terrícola). Hoy, como todos sabemos, estos extraterrestres posmilenarios habitan de verdad entre nosotros como "durmientes"; estos criminales deben ser llevados ante la justicia. Hoy el "ovni" de los extraterrestres resulta ser un avión secuestrado, que se convierte en un mortífero misil dirigible. Esta vez, sin embargo, sus ovnis fueron fotografiados (no fue una farsa, por desgracia), y mostrado luego en televisión a millones de atónitos espectadores de todo el mundo. Todos vimos el debut cinematográfico de los ovnis del siglo XXI, así como los retratos de sus pilotos extraterrestres.
Tal y como ocurrió con los extraterrestres alienígenas, los terroristas terrícolas dependen de los medios de comunicación de masas. Ambas clases de extraterrestes extienden principalmente su terror a través de horribles imágenes retransmitidas por televisión. Los efectos emocionales universales sobre su audiencia humana sólo funcionan convirtiéndonos a todos en testigos de sus actos. Los medios de masas son sus cómplices esenciales. Después del 11 de septiembre de 2001, las condiciones materiales y, sobre todo, psicológicas en todo el mundo, y de manera especial en Estados Unidos, han sido radicalmente alteradas, quizá para siempres. Lo mismo hicieron las antiguas, hoy ya obsoletas, difiniciones de "invasión alienígena" del siglo XX.
Ite, missa est...



Lecturas: 

John F. Moffitt, Alienígenas.Iconografía de los extraterrestres. Siruela 2006

David J. Skal, The Monster Show: A Cultural History of Horror. Penguin, 1994


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