Foto: Trencadís (cerámica fragmentada) en el Parc Güell de Barcelona

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miércoles, 16 de diciembre de 2015

El poder de los sultanes


El sultán otomano Mehmed IV escoltado por dos jenízaros


"Eran particularmente imponentes las procesiones celebradas en ocasión de la circuncisión del joven príncipe. El muftí iba a la cabeza del desfile, sentado en un alto tabernáculo a lomos de un camello, e iba leyendo un Corán que llevaba en la mano; (...) Tras impartir sus bendiciones, hacer votos, prodigar felicitaciones y formular auspicios, el muftí descendía de lo alto de su acastillada cabalgadura para ir a colocar sus ofrendas a los pies del soberano mientras todos se postraban ante el Gran Turco, Representante de Dios en la Tierra, Sombra de Alá, Hermano del Sol y de la Luna, Rey de Reyes, Señor de las Coronas, Amo de este tiempo y Pavón del Mundo".

Gianni Guadalupi, Otomanos en Palacio.




Un interesante y bello manuscrito del siglo XVII alojado en la Biblioteca Nacional de Austria despierta mi curiosidad bibliófila. En el se da cuenta de la tradición en la corte otomana de atribuir un origen ilustre y mítico a sus monarcas a través de tablas genealógicas, algo común en la propaganda ideológica y política tanto en realezas orientales como occidentales dirigida a legitimar su poder. La autoría  del texto de esta obra titulada Subhat-al-ahbar (árbol genealógico), es atribuida al derviche Mahûd ibn Ramadân, los retratos miniados y motivos decorativos fueron pintados por Hasan de Estambul.



Mahmûd ibn Ramadân, árbol genealógico
por
Solveig Rumpf-Dorner
(Biblioteca Nacional de Austria)



Orhan, Murad I, Bayezid I y Mehmed I
Al igual que muchos potentados europeos de la Antigüedad, la Edad Media y la Edad Moderna, los otomanos intentaron demostrar mediante tablas genealógicas que su dinastía descendía de nobles y de renombrados señores o que tenía incluso un origen divino para fundamentar (y legitimar) así su derecho al poder. Según la leyenda, el mítico príncipe Oghuz, imperioso  señor de los oguzos, descendía en línea directa de Jafet, hijo de Noé, y a su vez Ertugral, padre del primer sultán otomano y patriarca de la tribu turca, pertenecía al pueblo de los oguzos. Con ello quedaba demostrado que la casa de Osmán era de ilustre alcurnia, comparable al menos con la de otros clanes como el de los descendientes de Gengis Khan.
De esta forma surgió una larga serie de tablas genealógicas, algunas de ellas en forma de libro y otras en forma de rollo, que, partiendo  de Adán y Eva, no sólo recogían el origen familiar de los sultanes turcos, sino también el de muchos otros linajes árabes, persas y turcos. Muchas de esas tablas genealógicas no están iluminadas y "sólo" presentan medallones de texto con los nombres, en su mayoría bellamente caligrafiados; otras están decoradas con miniaturas de los miembros más importantes de la familia, como es el caso de este magnífico manuscrito del siglo XVII.
Entre los personajes protagonistas se cuentan los patriarcas y los profetas del Antiguo Testamento, así como otras figuras del Nuevo Testamento, de los que el Corán dice: "(Abraham) recibió de nosotros a Isaac y a Jacob, y ambos fueron guiados por nosotros, como antes dirigimos a Noé y a sus descendientes, a David, Salomón, Job, José, Moisés y Aarón;... y también a Zacarías, Juan, Jesús, Elías, todos ellos hombres justos... Ésta es la mano de Alá, con la que Él guía a los siervos que le agradan" (Sura 6, 85-89).

 Mahoma con el rostro cubierto por un velo

En este árbol genealógico otomano se recogen miniaturas y medallones con los nombres de todos esos seres "bíblicos", así como imágenes de Mahoma, el ultimo y mayor profeta del Islam, a quien se representa tradicionalmente con velo, e incluso de Alejandro Magno, héroe legendario que también está mencionado en el Corán (fol. 8r). Los textos narran las leyendas de los personajes míticos o las biografías de los personajes históricos.

Arriba Adán y Eva; debajo a la izquierda Abb al Harith, quien según la leyenda islámica era hijo suyo, y debajo de él Gayumard, patriarca de la renombrada dinastía persa. A la derecha Abel; debajo Caín. En los medallones del centro  se menciona a Set y a todos los descendientes.

El manuscrito sólo contiene la representación de una mujer en una miniatura de Eva (imagen de arriba). La figura de María, como se conoce en otros árboles genealógicos otomanos (Biblioteca Nacional de Austria, cod. A. F. 17), no tiene cabida aquí, si bien el códice le reserva un pequeño medallón junto a la miniatura de Jesús, con la inscripción "Jesus, el hijo de María" (imagen de abajo). Otros medallones dorados contienen los nombres de las hijas del profeta Mahoma.

 A la izquierda Alejandro Magno y Jesús; a la derecha, Zacarías y Juan el Bautista

La forma de representación de las distintas figuras sigue determinados modelos de los profetas con resplandecientes nimbos dorados, Mahoma y sus descendientes directos con turbante verde, los reyes persas por lo general como guerreros con guardabrazos y armas (fol. 5r), y Caín el fratricida caracterizado como adorador del fuego. Los tipos y los atributos de los personajes "bíblicos" presentan además ciertos paralelismos con las caracterizaciones cristianas habituales: Jesús con barba, cabello largo, una sencilla túnica y un libro en las manos; Noé tiene un atril con un Corán ante sí y al fondo se ve el Arca.

 Noé leyendo el Corán (fol. 5 r.)

Este árbol genealógico se encargó seguramente al derviche Mahmûd ibn Ramadân, quien lo dedicó al sultán Suleimán el magnífico (m. 1566). En esta copia se llega hasta el monarca Mehmet IV (derrocado en 1687). Las últimas páginas del manuscrito muestran de dos a cuatro medallones grandes cada una con retratos de sultanes otomanos, en la última hoja, escondidad a los pies del trono del sultán Mehmet IV, aparece la firma del artista: Hasan de Estambul.


Datos del manuscrito:

EXTENSIÓN: 17 hojas de papel oriental.
TAMAÑO: 300 x 185 mm.
ECUADERNACIÓN: turca del siglo XVII en piel de cabra marrón con medallón gofrado en oro.
AUTOR: Mahmûd ibn Ramadán (siglo XVI)
MATERIAS: Subhat-al-ahbar (árbol genealógico)
IDIOMA: turco.
MINIATURISTA: Hasan al-Istanbuli (siglo XVII).
ORNAMENTACIÓN: títulos en viñetas, 102 miniaturas con retratos, medallones de nombres, fondo con motivos florales en dorado, orlas, motivos caligráficos, representaciones de animales y plantas a página entera.
PROPIETARIOS ANTERIORES: el manuscrito llegó a manos del prícipe Eugenio de Saboya (1663-1736) en calidad de botín de las guerras turcas; desde 1737 está documentado en la Biblioteca de la corte.
SIGNATURA: Viena, ÖNB, cod. A. F. 50. 

Caín como adorador del fuego (detalle del Fol. 4v)


Lecturas:

Varios autores, Las Bíblias más bellas. Taschen 25 aniversario

Gianni Guadalupi, Otomanos en Palacio, Revista FMR edición española pags. 84-96


Otras entradas sobre manuscritos:


La Hagadá de Barcelona

Imágenes del Apocalipsis

Laberintos literarios

Opicinus de Calistris y la pulsión creativa

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2 comentarios:

Moisés dijo...

Lo primero, aparte de su interés histórico, las miniaturas son preciosas. El arte otomano, que es tan poco conocido en Occidente, tiene joyas increíbles. Por otro lado, porque no me sorprende que los sultanes otomanos, que también eran califas buscaran su legitimidad como líderes espirituales en esas genealogías tan "reales" que los emparentaban con los profetas de la Antigüedad. Como no tenían nada de árabes y tenía que dirigir a la umma (que fundamentalmente eran árabes) tuvieron que buscarse su tretas para convencer a los musulmanes de su posición. Es curioso que esto siga pasando, habiendo en la actualidad más descendientes de Mahoma que espinas de la corona de Cristo o astillas del madero de la Santa Cruz. El propio rey de Marruecos se llama a sí mismo príncipe de los creyentes porque su estirpe deriva del Profeta. Hombre, no es tan barroco como Hermano del Sol o Pavón del Mundo, pero sirve para lo mismo.

Me encantó tu entrada.

Un abrazo enorme.

Jan dijo...

Así es Moisés, los sultanes también eran considerados califas, esto es, representantes de Dios en la tierra. Algo de eso hasta tiempos recientes aquí en España quedaba registrado en las monedas durante el franquismo, donde el poder de "El caudillo" (cuyo origen de la palabra procede del Cadí musulmán) era concedido "por la gracia de Dios". En estos tiempos las cosas han cambiado, la legitimidad del poder es otorgada por la gracia del pueblo, y claro, por otra parte llamar a quien ha conseguido su apoyo mayoritario "Hermano del Sol" o "Pavón del mundo" sonaría excesivo, aunque eso sí, de "pavonearse" delante de las cámaras gustan y mucho. Estos días hasta el hartazgo...

Abrazos !